A las y los que marcharon a Sainte-Soline
(Original y material gráfico: https://lessoulevementsdelaterre.org/blog/a-celles-et-ceux-qui-ont-marche-a-sainte-soline)
Ya han pasado vairias semanas desde aquella jornada del 25 de marzo en Sainte-Soline, que quedará grabada para siempre en nuestra carne y en nuestra memoria. Desde entonces, el tiempo ha quedado suspendido en una especie de toma y daca entre las ofensivas agresivas del gobierno y nuestras contraofensivas destinadas a difundir algunas verdades sobre lo sucedido y el contexto político actual. Esto nos llevó, entre muchas otras iniciativas, a aceptar unas condiciones bastante desagradables en determinados canales de televisión. Por el bien de las y los heridos y por lo que nos vino encima, no podíamos dar rienda suelta de nuestra indignación frente a tanta indecencia y tantas mentiras por parte de un ejecutivo desquiciado. Pero ahora toca ir más allá de las reacciones de emergencia y tomarnos el tiempo necesario para plantear una serie de cuestiones legítimas. Solo estamos al principio de la necesaria revisión crítica y colectiva de ese fin de semana que habíamos preparado desde hacía meses, pero nos parece importante compartir con vosotras algunas de las explicaciones e interpretaciones sobre lo ocurrido.
Nos gustaría compartirlas con todas las personas que caminaron 12 kilómetros ese día y con las que intentamos, como hemos podido, rodear las obras de la megabalsa de Sainte-Soline. Con los y las que se decidieron a venir en el último momento o que llevaban mucho tiempo preparándose para ese día. Los y las que llegaron en convoy de bicicletas desde Bretaña, o las y los que se tomaron un descanso entre un bloqueo y una manifestación, para venir a Deux-Sèvres. Todas las personas que acudieron en masa desde Italia, Alemania, Suiza o Bélgica. Los y las que consiguieron escabullirse de los controles policiales para levantar el campamento o unirse a él durante la jornada del viernes. Pero también a las y los que tuvieron que sufrir los controles pesados de la policía en Melle los días anteriores, y los y las que se quedaron para vigilar las instalaciones del festival. Y por último, pero no por ello menos importante, a todas aquellas personas que no pudieron venir pero que nos apoyaron con el corazón.
Lo que realmente nos importa es encontrar las manerasde seguir luchando juntas, por eso compartimos estas reflexiones, por más imperfectas y fragmentarias que sean. Aún nos falta la distancia crítica necesaria para poder sacar muchas conclusiones positivas sobre los acontecimientos concretos del 25 de marzo, ni sobre las perspectivas de largo plazo de la lucha contra las megabalsas de los Deux-Sèvres. Esto necesita su tiempo y se hará en varias etapas. Pero para empezar, creemos que es importante recordar cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Cuál fue el contexto y la relación de fuerzas que condujeron a la jornada del 25 de marzo?
I. Algunos antecedentes
Parar las megabalsas
Desde hace dos años, la lucha contra las megabalsas ha experimentado una aceleración sin precedentes, tanto en lo que se refiere a la diversificación de los gestos de protesta como al nivel de participación.
En septiembre de 2021, las obras de construcción de la megabalsa de Mauzé-sur-le-Mignon fueron invadidas alegremente por 500 personas y un convoy de tractores. El resultado: una excavadora desarmada y manifestantes plantando cara a la policía.
El 6 de noviembre de 2021, 3.000 personas abandonan voluntariamente la obra de Mauzé-sur-le-Mignon, custodiado por más de 1.000 polis y en cuyo interior les esperan con impaciencia miembros de las organizaciones agroempresariales FNSEA y Coordination rurale. Hay una buena razón para ello: la marcha prefire desmantelar la balsa vecina de Cram-Chaban. La gente arranca sus lonas impermeabilizantes y su bomba de agua se desmonta con la Confédération Paysanne. Para el grupo de coordinación Bassines non merci (BNM), la Confédération Paysanne y Soulèvement de la Terre, este gesto atestigua el imperativo político de parar estas obras: no tanto a través de manifestaciones tradicionales que desarmando colectivamente las infraestructuras.
En marzo de 2022, en La Rochénard, la coordinación optó por no entrar en la zona roja, y la multitud de 6.000 personas decidió desmontar, en su lugar, las tuberías de una megabalsa en construcción situada en las cercanías.
Los días 29 y 30 de octubre de 2022, por primera vez en Sainte-Soline, unos 8.000 manifestantes divididos en tres columnas desafian con tácticas diferentes las filas de la policía. Una de las tres columnas invadió la balsa tras unos enfrentamientos consecuentes, antes de que se le unan las otras columnas bailando farandolas. Sin embargo, la columna que había ocupado brevemente la obra fue sometido a un intenso fuego de granadas, y el final de la manifestación estuvo determinado por un tipo de enfrentamiento que prefiguraba la situación a la que nos tuvimos que enfrentar el 25 de marzo: un único punto de confrontación frente a la fuerza policial que custodia la balsa.
Al final de esta acción, la obra se paralizó durante quince días porque se habían derribado las vallas que la rodeaban, pero sobre todo porque la visibilidad y la correlación de fuerzas en torno a estos proyectos ya habían traspasado un umbral.
Aunque no siempre podemos paralizar por completo las obras, sí podemos contribuir a crear una situación inmanejable y demasiado costosa para nuestros adversarios. Sólo se han construido dos de las dieciséis balsas previstas en la región de Deux-Sèvres. Todavía no se ha iniciado ninguna otra obra, aunque hay varias previstas. Esto se puede ver como una consecuencia directa de las manifestaciones protagonizadas por las organizaciones, pero también del trabajo anónimo de los y las artesanas nocturnas que desarmaron trece balsas de la región, así como de la ingente cantidad de investigaciones científicas críticas que han permitido derrotar los argumentos de la agroindustria.
La estrategia general
El objetivo de la lucha contra las megabalsas que libran la Confédération Paysanne, BNM y Soulèvements de la Terre es detener las obras e imponer las condiciones para un verdadero debate sobre el uso y el reparto del agua como bien común. Pero esto necesita su tiempo. La primera batalla de Sainte-Soline no había conseguido detener definitivamente el proyecto, y sabíamos que una nueva movilización por si sola tampoco lo lograría.
En línea con el lema “Ni una balsa más”, los acuerdos y el sentido común que hemos ido construyendo poco a poco con los distintos colectivos y organizaciones implicados en la lucha nos llevaron a apostar por manifestaciones contra la nueva serie de balsas en construcción, en lugar de combatir las estructuras más antiguas. Tras la manifestación de octubre, y a falta de la puesta en marcha de otra obra, la balsa de Sainte-Soline, aún en construcción, se nos impuso, pues, como el objetivo a abordar. Perfectamente conscientes de la dificultad de intentar reproducir dos veces el mismo tipo de acción en el mismo lugar, estudiamos detenidamente otras posibilidades durante semanas, pero al final ninguna de ellas respondía a los criterios comunes para una nueva movilización.
Fijamos cuatro objetivos para el encuentro de marzo
– reunir al menos al doble de personas que en octubre;
– visibilizar más claramente el compromiso de los y las campesinas con la lucha;
– conseguir que la manifestación volviera a tener impacto en la misma obra. Nadie en el grupo de coordinación preveía un simple paseo por el campo, o una manifestación ajena a cualquier objetivo estratégico;
– crear las condiciones materiales para que los debates y encuentros sobre el agua se desarrollen en buenas condiciones, y sacar a relucir la dimensión internacional de la lucha.
Mellois no es un desierto
La fuerza del colectivo BNM reside en haber conseguido, gracias a su tenacidad, combinar una lucha de base contra la construcción de las balsas con una reflexión más amplia sobre el reparto del agua. Para muchas, celebrar dos días de debates, conferencias y conciertos durante la próxima movilización era tan importante como la propia manifestación. Dada la precariedad del lugar, parecía necesario disponer de un lugar permanente. Para ello, el municipio de Melle se ofreció valientemente a acoger actos al margen de la manifestación. También fue una forma de mostrar con toda claridad el apoyo de los municipios contra los megabalsas.
Desde hace dos años -y este es uno de los méritos de esta lucha- cada acto que organizamos juntas amplía considerablemente el alcance de la lucha y permite sellar nuevas alianzas. Uno a uno, la mayoría de los actores locales se han puesto de su parte y han contribuido a denunciar la aberración de este tipo de proyectos y sus consecuencias a largo plazo. Organizar en Melle una celebración y conferencias fue, por tanto, también una forma de dar a visibilizar a las personas que viven en esta zona y que hacen posible las grandes movilizaciones. Fue una forma de poner de relieve que el Mellois no es un desierto, sino una zona poblada por gente luchadora que se toma muy en serio el lugar donde vive.
En cuanto al contexto político local, fue impresionante descubrir el número de personas dispuestas a acoger la lucha, poner a disposición sus herramientas de trabajo (un tractor para los agricultores, una camioneta de plataforma para los artesanos, un manipulador telescópico), ceder su tiempo, facilitar información o movilizar sus redes. A pesar de que gran parte de la población apoya la lucha contra las balsas, el contexto político local es tenso y la FNSEA domina la vida política de la región de Deux-Sèvres. Así que no es fácil encontrar un sitio donde puedan acampar miles de personas y plazas de aparcamiento sin exponerse a un cierto clima de hostilidad.
¿Quién es ajeno a la tierra: el agua o los ecologistas?
Una de las estrategias del gobierno y de los partidarios de las balsas es enfrentar a los agricultores con los ecologistas. Según ellos, la lucha contra las megabalsas la llevan a cabo únicamente ecologistas que no entienden nada de los problemas y dificultades del mundo agrícola. Sin embargo, los y las campesinas llevan años luchando contra el acaparamiento de agua. Los conflictos en el seno del mundo agrícola son fuertes, pero a menudo se rebajan y se ignoran.
Durante la manifestación de la Primavera hortelana, en marzo de 2022, los tractores de los campesinos comprometidos contra las megabalsas fueron invisibilizados, en parte porque no podían unirse a la manifestación debido a un bloqueo policial. Tras la explosión mediática del tema, y su focalización en la violencia, nos parecía vital volver a subrayar la fuerte presencia de campesinos y campesinas en esta lucha. Así que un convoy de unos cincuenta tractores procedentes de toda Francia se preparó para acudir a la movilización, con el objetivo de llegar al campamento el viernes. La presencia de los tractores era muy importante ya que la FNSEA se había manifestado el 22 de marzo en La Rochelle a favor de las balsas y los pesticidas.
Este contexto explica por qué no organizamos una manifestación, sino tres actos distintos pero complementarios:
– debates, conferencias y mesas redondas con gente venida de otros países, acompañadas de conciertos, comidas y bebidas para 10.000 personas.
– un convoy de tractores, acompañado de varios convoyes de coches, entre el viernes y el sábado por la mañana.
– una manifestación de más de 20.000 personas, que se tuvo que celebrar en otro lugar distinto a Melle, en un sitio que no dispone de infraestructuras para acoger a tanta gente.
2. Tácticas en un terreno conocido
El dramático resultado de la manifestación del sábado y las locuras que continuaron con las declaraciones de Darmanin y consortes han invisibilizado en gran medida la diversidad del fin de semana. Aunque nuestra mirada se centra en lo que ocurrió el sábado, es importante recordar otros elementos que reflejan las formas heterogéneas en que la gente participó en el fin de semana. En Melle, a pesar de la presión ejercida por los constantes controles policiales, más de 20.000 personas se reunieron y disfrutaron de grandes momentos de convivencia.
Manifestación el jueves, acampada el viernes
La acampada estaba prevista inicialmente para el jueves, pero para coordinarnos con el movimiento contra la reforma de las pensiones, decidimos no montarla hasta después de la manifestación sindical. Además, la logística del acontecimiento antes mencionado de Melle había consumido una parte importante de nuestras fuerzas, por lo que el campamento era bastante precario y no podía acoger a miles de personas durante varios días. Por último, era muy importante mantener en secreto el día y el lugar durante el mayor tiempo posible, pues ya se había montado un campamento en octubre pasado, y la Prefectura podía haberlo previsto y dificultarnos la instalación.
A pesar de ello, 300 personas consiguieron acampar el viernes por la mañana, de acuerdo con una organización milimetrada en una zona cuidadosamente dividida desde hacía una semana, para hacer aparecer –delante de las narices del dispositivo policial- tiendas de campaña, instalaciones médicas, generadores, váters secos, etc., para montar un campamento que acogió a unas 5.000 personas el viernes. Pero después de semejante operación, quedaba poco tiempo de debate para preparar la manifestación del día siguiente.
Be water, incluso encima de un tractor
A primera hora de la tarde se anunció una concentración pública en Lusignan, donde el convoy de tractores debía reunirse con delegaciones internacionales para una rueda de prensa. A medida que se acercaban a Lusignan, quedó claro que los prefectos de los departamentos de Vienne y Deux-Sèvres iban a hacer todo lo posible para impedir que los tractores llegaran al campo. Para aumentar las probabilidades a su favor, los y las campesinas decidieron alejarse de Lusignan y dirigirse directamente a la N10 para acortar el trayecto. Este cambio imprevisto de ruta obligó a los gendarmes a desplegarse en la N10 y bloquear apresuradamente las salidas de la carretera principal. En respuesta, una comitiva de varios centenares de personas partió del campamento para echar una mano a las y los campesinos. Ante el fuerte dispositivo de seguridad desplegado en la salida de la carretera principal y en los puentes sobre la línea de tren de gran velocidad (LGV), que hacían prácticamente imposible acceder al campamento desde la carretera principal, la comitiva decidió invadir las vías. Esta acción obligó a una parte del dispositivo policial a abandonar su posición para intervenir, por lo que tenía que despejar uno de los puentes. Al final de la tarde, la carretera nacional N10 y la línea de alta velocidad París-Burdeos estaban bloqueadas. A pesar de los intentos de negociación de los portavoces de la Confédération Paysanne, las autoridades seguían negándose a dejar pasar a los tractores.
Ante la inflexibilidad de las autoridades, los campesinos improvisaron. A pocos kilómetros de la última salida por la que se podría llegar al campo, los tractores escaparon a su escolta en una salida de carretera épica: abandonaron la autovía para iniciar una carrera con los gendarmes por caminos rurales, antes de conseguir infiltrarse en la zona prohibida y cruzar in extremis el puente despejado anteriormente. Al final del día, los tractores llegaron al campamento rodeados de uno explosión de alegría.
La instalación del campamento y el paso del convoy nos demuestran: en primer lugar, que entre una planificación meticulosa dentro de una composición amplia y la improvisación reactiva, a veces es posible desbaratar un dispositivo mucho más grande. Y en segundo lugar, que somos más fuertes en movimiento. Esta intuición se vio reforzada por el cariz que tomaron los acontecimientos al día siguiente, cuando, en cierto modo, el conflicto y el enfrentamiento se convirtieron en una guerra estática de posiciones, lo que fue muy desafortunado para nosotros.
La repetición no es razón
Si ahora fijamos nuestra atención en el sábado, podremos comprender por qué la repetición táctica entre la primera batalla de Sainte-Soline y la segunda parece haber sido un gran error. Al final del acontecimiento, nos cuesta volver sobre los pasos que nos llevaron hasta allí. A pesar del sentido común que nos dice que no hay que intentar dar dos veces el mismo golpe, es como si una reducción progresiva de las posibilidades de acción nos hubiera empujado a repetir la misma jugada.
En cierto modo, no hemos sabido mejorar el despliegue táctico de las columnas de manifestantes desde la manifestación de octubre. En ese campo completamente abierto donde las extensiones se alargan hasta donde alcanza la vista, no hay un número infinito de rutas posibles. Por eso, ese día, pensamos de nuevo de avanzar hasta los bordes de la balsa con la intención de rodearla y acceder a ella si la situación lo permitía. Sin embargo, no estábamos dispuestas a entrar cueste lo que cueste.
Dadas las limitaciones topográficas -una vasta extensión de terreno abierto en medio de la cual se eleva el borde de la balsa-, era muy difícil poder actuar por sorpresa. Pero después de haber anunciado públicamente que íbamos a Sainte-Soline y/o a Mauzé sur le Mignon, no creíamos que pudiéramos mantener en secreto los objetivos del día. Como el campamento estaba fuera de la zona roja, nos inquietaba la posibilidad de encontrarnos bloqueadas y toparnos con un dispositivo al borde de la zona roja y vernos involucradas en un enfrentamiento a kilómetros de la balsa. La Prefectura podía detenernos legalmente frente a la zona roja, pero la policía había aprendido la lección del octubre. Por la mañana, habíamos comprobado con alivio que los puentes alrededor de Vanzay estaban despejados. El estado mayor de la policía se había asegurado una posición defensiva fuerte al montar una fortaleza alrededor y en el interior de la balsa. La “fortaleza” era previsible, pero nos faltó tiempo y creatividad para comunicar y evitar la situación. Era difícil obligar a los gendarmes a salir de la balsa. Las tuberías forman parte del trabajo, como decimos habitualmente, pero las dificultades técnicas que entrañaba desarmarlas impidieron que fuera un objetivo que se pudiese compartir con decenas de miles de personas.
A pesar de todo, pensamos que si conseguíamos llegar a la balsa, nuestra fuerza numérica nos permitiría rodearla y que los alrededores se verían plagados de abordajes diversos, lo que finalmente permitiría arrancar de nuevo las rejas y detener la obra, al menos temporalmente.
3. Cambio de escala
El 25 de marzo supuso un salto de participación en el movimiento contra el acaparamiento de agua. ¿Cómo coordinarse y seguir avanzando juntas teniendo en cuenta este cambio de escala? El aumento considerable del número de participantes en las columnas implica desarrollar las formas de transmisión de información y de la toma de decisiones colectivas antes y durante la manifestación. Un desarrollo que no habíamos previsto bien.
En efecto, queremos que crezcan los combates, que tengan impacto con la esperanza de que el entusiasmo que generan haga que se supere el ímpetu inicial, que la situación nos desborde y haga así indescifrable e imprevisible para nuestros enemigos nuestra capacidad de actuar y coordinarnos. Estar desbordadas es a la vez algo que no podemos -ni queremos- controlar, y algo que está más allá de nuestras propias fuerzas. Cuando un combate llega a este punto, despierta en decenas de miles de personas la esperanza de poder vencer a algo más grande que ellas mismas. La primera batalla de Sainte-Soline superó nuestras expectativas, celebramos este desbordamiento y esperábamos que se repitiese, sin tener lo suficientemente claro qué es lo que implica un cambio de escala.
Este cambio de escala de participación con respecto a octubre nos asustó al mismo tiempo que nos encantó. Intentamos recrear las condiciones que habían hecho posible llegar a la balsa durante la primera batalla, con la misma escala en la cabeza. Pero no es lo mismo guiar tres columnas de 2.500 personas que coordinar tres columnas de 10.000 personas. Las fuerzas implicadas en la organización del despliegue y los medios de comunicación utilizados también deberían haberse adaptado a este cambio de escala. Sin duda, deberíamos haber previsto con mucha más claridad lo que generaría un dispositivo de tipo fortaleza. En cuanto nos dimos cuenta de ello, fue difícil desviar por completo nuestra energía colectiva del objetivo simbólico de la obra y sus guardias, pero quizás podríamos haber pensado en formas de no enfrentarnos tan frontalmente.
Nuestra estrategia habitual de evitar y sortear a la policía se vio socavada por la elección de la Prefectura, y por la inercia y la dificultad de comunicarnos con una multitud de gente que estaba lanzada. La primera columna de la Avutarda Rosa llegó alegremente para formar una especie de cadena humana a lo largo del lado oeste de la balsa. Fue recibida con una lluvia de gases lacrimógenos, pero persistió durante hora y media. Personas de todas las edades permanecían juntas, avanzando en fila y cubriendo con tierra los cartuchos de gas. Cuando la avutarda rosa entró finalmente en contacto con el dispositivo para empujar las filas con simples animales hinchables, también llovieron granadas ofensivas sobre esta parte de la manifestación. Mientras tanto, varios grupos más pequeños y móviles avanzaron para aprovechar una oportunidad de romper el cordón de gendarmes en la zona por donde iba a llegar el grueso de la gente. Mantuvieron una presión constante sobre la policía. El resto de las columnas detrás, más numerosas y menos móviles, se vieron asediadas por las granadas y no pudieron coordinarse.
Los hechos se sucedieron a una velocidad vertiginosa, sin un plan alternativo preestablecido y sin capacidad de improvisación en una manifestación tan potente. Deberíamos habernos tomado un verdadero descanso para plantearnos qué hacer, pero técnicamente ya no teníamos esa opción. Cuando la gravedad del número de heridos se comunicó de una columna a otra, la insuficiencia de los medios de que nos habíamos dotado colectivamente se hizo dolorosamente patente. En primer lugar, para evacuar a las y los heridos y, en segundo lugar, para comunicarnos con todos los manifestantes. Aunque la evidencia no era compartido por todas, presionamos para que se produjera una retirada colectiva de la zona.
En este escenario, los otros gestos llevados a cabo en paralelo por las y los campesinos u otras columnas, como la construcción de un invernadero, la plantación de setos o el desmantelamiento de una de las redes de abastecimiento de la balsa, parecían bastante irrisorias y relativamente invisibles.
Debido a estos mismos imperativos de escala, la retaguardia realizó un trabajo enorme de organización, estructuración y acompañamiento, antes, durante y después de la manifestación. Como parte de la coordinación, pero también organizada como una estructura autónoma, fue capaz de adaptarse al cambio de escala. Y partimos de unos niveles muy bajos. Por ejemplo, en octubre, el apoyo psicológico y la lucha contra la violencia de género en este tipo de acontecimientos eran casi impensables en nuestra organización. Del mismo modo, en pocos meses, la centralita Infoline pasó de estar atendida a tiempo parcial por una sola persona a contar con un equipo que trabajaba las 24 horas del día, de jueves a domingo, para ayudar a los y las participantes a llegar al encuentro del fin de semana. A partir de octubre y de la necesidad de tener en cuenta estos aspectos, pusimos en marcha un bello proceso de organización, que ha resultado ser una valiosa contribución al fin de semana y a sus secuelas. El trabajo de retaguardia, al igual que el jurídico, siguen en marcha. Por lo que se refiere a la acción, tenemos que averiguar los momentos en los que no habíamos previsto suficientemente las necesidades del cambio de escala. En términos más generales, existe una necesidad real de conocer mucho mejor los efectos de la masificación, sobre todo en lo que respecta a la organización previa y las formas de hacer circular la información.
4. Frente al mantenimiento del orden de las cosas
La violencia policial y su legitimación por el Estado no son nada nuevo. Siempre se ha utilizado contra las poblaciones relegadas e invisiblizadas. Durante mucho tiempo ha sido, y sigue siendo, algo bastante abstracto para la mayoría de las y los ciudadanos de este país. Hicieron falta movimientos de lucha espontáneos y desbordantes como el de los chalecos amarillos, movimientos juveniles como los bloques de militantes en la cabecera de las manifestaciones contra la Ley del Trabajo en 2016 y les ZADs para cambiar esta situación. Las armas que mutilan a los habitantes⋅de los suburbios, amenazan ahora a casi todo lo que se mueva. Sainte-Soline es uno de los últimos ejemplos. El riesgo de perder un miembro o de morir para que exista otro mundo es cada vez más compartido. Las nuevas generaciones lo combatirán y vivirán con ello.
Aunque contábamos con cartuchos de gas, granadas, tanques y todo el arsenal militar habitualmente desplegado, no esperábamos este diluvio. Dados los diversos “errores” fácticos cometidos por los departamentos de comunicación de la Gendarmería y del Ministerio del Interior, cuesta dar credibilidad a las cifras presentadas, pero podemos intentar esta comparación: frente a las 5.000 granadas disparadas en 2 horas, recordemos las 11.000 granadas disparadas en una semana en la ZAD NDDL en 2018. A pesar del recuerdo de la muerte de Rémi Fraisse, no estábamos preparadas para hacer frente a tal deseo de matar. A partir de ahora sabemos lo que están dispuestos a hacer.
En medio de las protestas por su reforma de las pensiones, en un clima político en el que la ecología es una cuestión cada vez más cargada de conflictividad, el gobierno quería producir un choque traumático asumiendo “sin complejos” el hecho de mutilar y la posibilidad de matar. Era otra ocasión de ver, sin maquillaje, la expresión normal de la violencia legítima que el Estado reclama para sí. Es en este nivel en el que Macron sitúa el debate al argumentar que la muchedumbre no tiene legitimidad.
El dispositivo policial se diseñó para romper nuestras fuerzas más allá de ese día. Y eso es lo que celebra el informe de la policía: vernos volver al campamento “desmoralizados”. La obstrucción del acceso de los primeros auxilios para las personas en peligro de muerte es indicativa de esta estrategia de tensión. A pesar de los esfuerzos realizados por los equipos médicos in situ, constatamos que tendremos que depender más que nunca de nosotras mismas para defender a nuestra gente y permitir que sea atendida en buenas condiciones.
El Estado ha militarizado la cuestión del agua. Aquel día, hizo del cráter un símbolo de su autoridad, una metáfora de su poder. Nos enfrentamos a las obras de construcción de megabalsas para atacar la posibilidad de que sigan invirtiendo tanto dinero en la obra y para mostrar su vulnerabilidad. Nuestras fuerzas no son iguales. A pesar de ello, nuestra determinación para atravesar las filas de uniformados ha sido impresionante. La dispersión de nuestro cuerpo colectivo no desanimó a algunas personas a cruzar la línea. Este deseo que motivaba una parte de de las columnas fue impracticable para el conjunto de la manifestación. El éxito de las movilizaciones anteriores residió en el hecho de que todas y todos los manifestantes pudieron participar activamente en la acción de “pasar”. ¿Pero pasar a dónde? La mayoría de las miles de personas presentes el 25 de marzo no pudieron participar en este gesto. La multitud, mantenida a distancia por la lluvia de granadas, se encontró siendo espectadora de este momento sin poder actuar en consecuencia. Las columnas atacaron las rejas del recinto y una parte del dispositivo policial que las protegía se vio momentáneamente en dificultades. Pero tenemos claro que ese enfrentamiento tan frontal resultó demasiado costoso. Y las palabras nunca bastan o siempre resultan ser torpes a la hora de escribirlas o decirlas.
En todas partes se ha dedicado tiempo a debatir y escucharse. Muchos se han acordado de las tácticas de evasión que convirtieron la manifestación de octubre un éxito. Muchas nos encontramos en la calle en las semanas siguientes con cierta tristeza y una aprensión nueva. Las últimas semanas han reavivado en nosotras una ira y una rabia que se extienden por todas partes. Están expulsando la resignación.
Conclusiones provisionales
El mes de octubre de 2022, cuando levantamos el campamento al día siguiente de lo que ahora llamamos “la primera batalla de Sainte-Soline”, nos preguntamos: ¿cómo podemos ir más lejos? ¿Qué podemos hacer para que se abandonen definitivamente los proyectos de balsas? Estas fueron las preguntas que animaron la coordinación durante los cuatro meses de preparación del 25 de marzo. Aún hoy, no estamos seguras de haber captado plenamente lo que suscitó aquel fin de semana de octubre. ¿Abrió una forma de esperanza sobre la cuestión de las balsas o las luchas ecológicas en el sentido amplió? ¿Sobre la cuestión vital del agua? Vimos surgir un símbolo, con toda la ambivalencia entre esperanza y espera que puede contener: las megabalsas como símbolo de la aberración climática de la agroindustria y la alianza incondicional de las autoridades con ella.
En la corta memoria de las luchas en las que hemos participado, nunca hemos vivido nada que se parezca a lo que pasó el 25 de marzo de 2023. Hemos vivido ataques a obras fortificadas en Sivens, o también en el Val de Susa, al otro lado de los Alpes, durante la lucha contra el tren de alta velocidad. Pero el umbral de intensidad de violencia represiva que se pasó en Sainte-Soline, exige que reflexionemos sobre nuestros impases tácticos para intentar desbordarlos. La lucha contra las megabalsas no ha hecho más que empezar. No podrán convertir cada embalse en una obra fortificada. Y si surgen comités locales por todas partes, no será un solo proyecto el que pueda ser atacado, sino decenas. Después de Sainte-Soline, la lucha tendrá que reinventar sus formas de intervención para recuperar la confianza en su capacidad colectiva de producir gestos impactantes manteniendo al mismo tiempo una composición amplia y diversa.
Nos estamos lamiendo las heridas y pensando en nuestra gente herida. Tenemos que recoger las piezas de los diferentes relatos de lo que fue ese día para cada una. Seguiremos manifestándonos en apoyo de las y los heridos, luchando contra el acaparamiento de agua y saliendo a la calle contra la reforma de las pensiones, porque existe una continuidad entre estos distintos frentes. Estas luchas están interrelacionadas, apuntaladas por el mismo proyecto macroniano, obtuso y odiado, que destruye lo que sea con tal de tranquilizar a los mercados. La movilización contra la reforma es masiva, al igual que la concienciación sobre los problemas ecológicos. La ausencia de disociación y la solidaridad en un amplio espectro político es un hecho notable. La desconfianza hacia el ejecutivo sólo es igualada por la cólera que despiertan las imágenes de violencia policial que se muestran cada día en los telediarios y en las redes.
El intento fallido de Macron de ponerse las pilas en el lago de Serre-Ponçon es interesante en la medida en que demuestra que las y los que se manifestaron en Sainte-Soline fueron capaces de poner el tema del agua en el orden del día. Con su “plan del agua”, el gobierno aprovechó la conmoción para desplegar su retórica engañosa sobre el agua, las megabalsas y la anulación de la prohibición de un pesticida. La campaña de comunicación del Presidente fue rápidamente barrida por la preocupante realidad de la contaminación del agua potable. Desde entonces no pasa un día sin que aparezca un artículo sobre el agua, su creciente escasez o su contaminación. Hay mucho en juego, el tema está en la mente de un número creciente de personas y los sentimientos de la gente son favorables a la revuelta. La batalla por el agua sigue abierta, continuar con la lucha es vital, preparemos la siguiente.
Participantes de Les Soulèvements y Bassines Non Merci en la coordinación del 25 de marzo.
Postdata: Si tu o tus seres queridos han resultado heridos, te recordamos que puedes enviar testimonios anónimos a esta dirección: temoignages-25mars@riseup.net y que puedes solicitar ayuda económica a través del fondo de ayuda del colectivo Désarmons-les! escribiendo aquí: solidarite-soline@riseup.net.