Reseña de ‘Alzadas por la Tierra’, por Carlos Taibo
En los últimos años se han registrado en diferentes lugares del Norte del planeta iniciativas que responden al objetivo genérico de defender la tierra y contestar agresiones contra el medio natural. En este libro se estudian tres de esas instancias: el movimiento Soulevèments de la Terre radicado en Francia, el vinculado, en Alemania, con la aldea minera de Lutzerath y, en fin, y en Estados Unidos, la defensa del bosque de Weelaunee. La obra ofrece al respecto una información compendiada que visiblemente falta por estos pagos y que permite tomar contacto con tres realidades que exhiben muchas semejanzas.
Más de la mitad de las páginas del libro se interesa por Soulèvements de la Terre. Me limito a resumir aquí las principales tesis que al respecto se despliegan en relación con un conjunto de campañas que se han enfrentado a las llamadas megabalsas, al acaparamiento de tierras, a una general hormigonización y al despliegue de agresivas macroinfraestucturas de transporte. Aunque no faltan antecedentes del movimiento en la ZAD de Notre-Dame-des-Landes y en las actividades de los chalecos amarillos, Soulèvements ha apostado por formas originales de organización asentadas en grandes campañas pactadas en asambleas anuales, al amparo de alianzas muy heterogéneas y en constante mutación. Con un uso sabio de la emoción colectiva y al amparo de una acción directa no meramente simbólica, el movimiento ha provocado daños objetivos a los intereses del capital. Ha asumido también una denuncia frontal de la posición de los poderes públicos y de su sintonía con las grandes empresas del complejo agroindustrial, una denuncia que ha alcanzado a la violencia represiva extrema a la que se han entregado muchos de esos poderes, empeñados en describir como terroristas, como ecoterroristas, a todas las resistencias, No es una virtud menor de Soulèvements el hecho de que ha estimulado la configuración, y ha radicalizado, otras realidades de la mano de un abanico muy amplio de iniciativas entre las cuales se han dado cita, por ejemplo, esfuerzos de organización del mundo de los naturalistas, la creación de comedores populares en apoyo a las movilizaciones, los graneros colectivos o fórmulas varias de asesoría legal. Con notable eco popular, muchas de las iniciativas de Soulèvements tienen un franco carácter internacionalista y responden a lo que comúnmente vinculo con el adjetivo libertario, esto es, la condición de gentes que en su quehacer cotidiano, y de manera más bien espontánea, defienden la autogestión y el apoyo mutuo.
La segunda realidad estudiada en las páginas de este libro, el movimiento Ende Gelände, ha tenido como núcleo de asentamiento Lützerath, una aldea minera ocupada por activistas en defensa del clima empeñados en la contestación de la minería del carbón en Alemania, en la de las nuevas centrales térmicas basadas en combustibles fósiles y, también, en la de las instalaciones de carga y descarga de gas natural licuado. Ende Gelände ha procurado combinar jornadas de reflexión colectiva y una acción directa no violenta encaminada a ocupar o bloquear instalaciones. Ha hecho frente, como ha ocurrido con Soulèvements, a políticas oficiales que, una vez más, defienden con descaro los intereses de las grandes corporaciones privadas y remiten siempre a hechos consumados. Esas políticas retratan de forma fidedigna la condición del establishment y, en singular, por sus alarmantes contradicciones, la de los Verdes alemanes. Cierto es que en este caso, y al menos durante un tiempo, la represión, más centrada en demandas legales, parece haber sido menos dura que en Francia, no sin que falten de nuevo, sobre Ende Gelände, las acusaciones de ecoterrorismo. El propósito general del movimiento ha sido desplegar nuevas alianzas de corte anticapitalista, solidarias con los países del Sur, y desarrollar al respecto, en adelante, acciones descentralizadas.
Las páginas finales del libro aportan una sugerente información sobre la defensa del bosque de Weelaunee, en Atlanta, en Georgia, en Estados Unidos, un escenario en el que las autoridades locales, tras recalificar los terrenos, decidieron crear un centro de entrenamiento policial. El movimiento contestatario ha hecho valer muchas iniciativas distintas: semanas de acción, asambleas explicatorias, campañas de divulgación de información casa por casa, trabajo con niños, contactos con grupos indígenas locales, presiones sobre contratistas, acciones legales varias y, en singular, campamentos en diferentes partes del bosque, con la construcción de casas en los árboles. A todo lo anterior, y tras el asesinato de un activista, se ha agregado la práctica del sabotaje. Cierto es que el escenario, marcado por los efectos de la ruptura de la comunidad en los espacios urbanos, no era sencillo. Las cosas como fueren, el movimiento ha acabado por provocar una tensión extrema entre los destructores del bosque, manifiestamente apoyados, de nuevo, por los poderes públicos.
Creo yo, y concluyo, que este libro, que aporta una información preciosa, obliga a formular preguntas delicadas entre las que despunta una: ¿por qué aquí no disfrutamos de iniciativas del mismo cariz que invitan a romper la resignación desmovilizadora que imponen los circuitos oficiales?
Carlos Taibo
Alzadas por la Tierra
El renacimiento de las luchas por el clima. Soulèvements de la Terre, Lützerath y Atlanta
de VV.AA.